Un grupo de 30 científicos de
varios países proponen hacer que el observatorio Herschel, cuya creación costó
1,4 millones de dólares, caiga sobre la Luna para obtener nuevos datos sobre el
agua en el satélite natural de nuestro planeta. La colisión con la Luna es uno
de los posibles futuros del Hershel, que se lanzó al cosmos en 2009 y tiene a
bordo el telescopio infrarrojo más grande que ha sido enviado al espacio.
Creado por la Agencia Espacial Europea, el observatorio se dedica a estudiar la
radiación infrarroja de los objetos en nuestro sistema solar, en la Vía
Láctea y los objetos a billones de años luz de la Tierra.
Los objetivos principales de
la misión de Herschel son estudiar la formación de estrellas y galaxias para
entender cómo nació y se desarrolló el Universo. El observatorio lleva el
nombre del astrónomo británico William Herschel, que descubrió el espectro
infrarrojo.
Para el correcto
funcionamiento de los instrumentos se deben mantener refrigerados por debajo de
los 2K (-271°C). En marzo se evaporará el helio que el observatorio tiene a
bordo y que se usa para mantener dicha temperatura, y el aparato no podrá
seguir usándose para sus fines científicos. Los astrónomos tendrán que decidir
qué hacer con el observatorio “para que no caiga en las cabezas de nuestros
descendientes”, según dice Goran Pilbratt, uno de los astrónomos participantes
en el proyecto del observatorio.
Los astrónomos están
preparando un plan para dirigir el observatorio Herschel a la Luna y dejarlo
caer en su superficie para poder analizar los recursos de agua ocultos en
nuestro satélite.
En 2009 los científicos
hicieron lo mismo con la sonda LCROSS y el módulo Centauro, y tras
analizar los materiales que se eyectaron de la superficie después de la
colisión descubrieron, entre otros elementos tales como plata y mercurio, cerca
de 300 kg de agua.
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